Una tarde de abril, decidí hacerlo. Decidí llamar a aquellas personas que anhelaba y que hacía años que no las veía.
Esta pequeña idea hizo que me sintiera bien recordando viejos momentos con esos amigos, tal vez los mejores que he tenido.
Pero en un instante, tras despedirme por teléfono de la penúltima persona que constaba en mi lista de <<fantasmas del pasado>>, mi felicidad se volcó rápidamente en una enorme tristeza.
De repente, pretendí hablar con aquel hombre que me dio la vida pero a su vez me la quitó con su marcha. Aún así, se me ocurrió la magnífica idea de buscar en mi agenda su número de teléfono.
Ingenuo de mí... aquella persona número 27 de mi lista de llamadas había muerto hacía catorce años, jamás podría volver a hablar con él.
En ese momento todas mis ganas de vivir se desmoronaron.
No hay comentarios:
Publicar un comentario