miércoles, 7 de diciembre de 2011

Jouyeux Noël :))

                                                           4, 3, 2...Feliz!! Piiiiii 

   Así fue como empezó todo. En medio de Montmartre, rodeado de preciosas mujeres vestidas para la ocasión con sus altos y lujosos tacones y, acompañado de mi ya vacía copa de champán y las doce uvas que me correspondían; pretendí dar la bienvenida al año nuevo.
    Por desgracia, un grupo ideológico que publicó años atrás su derrota, volvió a aparecer. Muchos os preguntaréis que porqué en ese mismo instante y no antes... o después. Pues la respuesta es bien fácil, aprovecharon la entrada del nuevo año, observaron a las miles de personas que se encontraban en la plaza e indagaron en la poca seguridad que se reinaba en la ciudad, debido a los graves pero a la vez esperados problemas de los adolescentes causado por sus típicos comas etílicos (como siempre, creyéndose mayores con el uso del alcohol).

   Nevaba, y bajo la primera farola de la calle justo al salir de la boca del metro, se encontraba un diminuto dispositivo electrónico que marcaba las 22.00h y que contaba rápidamente y sin pesar todos los segundos que con normalidad y sin ningún tipo de preocupación malgastamos los seres humanos.

Mientras tanto, en la jefatura de policía varios ancianos llegaron tranquilos pero sin pausa con la ayuda de sus viejos  amigos los bastones. Iban con intención de declarar y de dar su testimonio a cerca de un coche negro en el que habían entrado tres o cuatro personas encapuchadas que tapaban perfectamente cualquier rostro de su cuerpo que pudiera quedar visible. Según éstos viejos, esos jóvenes se acercaron a una farola situada a escasos metros de, como ellos mismo llamaban, la bicha de la tierra del Moullin Rouge. Soltaron una especie de juguete cuadrado y oscuro con una serie de lucecitas rojas y lo dejaron caer disimuladamente en el suelo. Tras esto, retrocedieron velozmente hasta el mismo coche de antes que los esperaba en la esquina de la calle de la famosa Amélie.
   Ante tal extraño acontecimiento, los ancianos decidieron ir a la agencia policial por miedo a que esa noche ocurriera alguna desgracia; ya que sería el último año nuevo que pasarían en tierra firme, querían asegurarse de que podrían estar presentes con total seguridad. Deseaban cenar junto a sus familiares en un ambiente hogareño, tranquilo, sosegado... y tenían la necesidad de saber que lo podían hacer con total seguridad para que NADIE evitara que sus últimos deseos se hicieran realidad. Al fin y al cabo era Navidad...

   Tras sus declaraciones, los policías pusieron en evidencia que algo extraño ocurría, por lo que se fueron inmediatamente a rondar sobre el barrio para observar que todo estaba en calma y que no había ningún dispositivo electrónico, similar a una bomba, en ninguna de las farolas. Eso sí, lo hicieron con total discrepción para no levantar sospechas a los posibles desertores y, sobre todo, el pánico de los habitantes de la ciudad parisina. Éstos que comenzaban a arreglarse para recibir con los brazos abiertos y una gran sonrisa en sus bocas al 2031.

                                                    Chan chan chan chan chan
                                                                  23.30 h

   Cansados de rastrear la ciudad, los policías decidieron volver a su puesto de trabajo en la oficina del centro de París. Pero decidieron hacerlo viajando en el metro para observar el escenario de la ciudad minutos antes de cantar...¡Jouyeux Nöel et Bonne Année! En ese momento, justo al bajar los primeros escalones de la boca del metro, uno de los perros que les habían acompañado durante toda la noche, comenzó a olisquear y a ladrar de forma inesperada pe... BOOM!!!
   
   Ya era demasiado tarde, el contador de la bomba llegó a  0.00  Aquellos ancianos tenían razón, algo iba a ocurrir e iba a evitar que celebraran tranquilamente su último año nuevo, sus últimos minutos de vida. 
   
   Aquello fue una de las mayores catástrofes en las que estuve presente a lo largo de toda mi vida. Desde entonces ya no hay ánimo de celebraciones y mucho menos de navidades. ¿Yo? Nunca más celebraré estas fiestas, en aquel atentado se murieron todos mis seres queridos, no tengo a nadie y mucho menos fuerzas ni ánimo para aparentar que estoy bien. 
   
   En ese 31 de Diciembre de 2030 la navidad desapareció por completo, al igual que un diente de león se deforma hasta formar parte de la nada tras el paso de un vendabal.

La despedida del profesor más preciado.

Entonces supe que habíamos llegado al final, ese era nuestro último adiós; y allí, en medio de la nada compartimos largos minutos de silencio sin saber qué contarnos, aún teniendo infinitos recuerdos que comentar... Hasta que lamentablemente sentimos que había llegado la hora, había llegado el momento de despedirnos. Tantas cosas que contar sin saber cómo ni el modo de hacerlo, y desaprovechando aquel instante que podríamos haber hecho tan agradable. Tuvimos una oportunidad, sí, pero la desaprovechamos. Ya nunca nos volvimos a ver; simplemente nos deseamos lo mejor telepáticamente. Telepáticamente.