Increible la forma y la alegria con la que rutinariamente se levanta con ánimos y ganas de seguir luchando. Todos los días con su macutito de color naranja; sus gafas de sol y de visión, esas que están de moda en toda Inglaterra, y su móvil de primera generación; José se dirige hacia donde antiguamente trabajaba. Es evidente que con 80 años que tiene no trabaje, y no porque no se encuentre preparado para ello, pero desde que su único hijo le dijo adiós frente a la vía del tren, todas las tardes da un paseo por la zona y le lleva un ramo de margaritas de su propia huerta. A pesar de que su mujer le repite miles de veces que deje de hacerlo, ya que los principios del Alzheimer están empezando a florecer y teme que le ocurra lo peor... Aún así, una y otra vez vuelve a coger el tren con destino Algeciras sintonizando la radio en el canal que emite su música clásica preferida e intentando descansar, aunque eso sí con un ojo abierto para evitar que ningún pasajero le robe o descubra el misterioso contenido de la bolsa con el estampado de las naranjas [...] Y empieza a quedarse dormido, a relajar todos los músculos de su cuerpo hasta que el mismo intento de permanecer alerta ante cualquier peligro llega a convertirse en parte de sus sueños. Entonces... última parada Algeciras final del trayecto, repite la mujer-máquina del tranvía.
Mientras Laura espera a su amado esposo balanceándose en su butaca y mirando ansiosa la hora que marca el reloj, los viajeros del último tren regresan a sus casas junto con sus seres queridos. Todos menos él.
"Alguien muere para siempre cuando la última persona que haya compartido momentos inolvidables junto a él, le empiece a olvidar".
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